PUERTO RICO: La Isla del Encanto

En medio del caribe hay una perla que los piratas olvidaron en su fuga luego de saquear los tesoros del nuevo mundo. Algunos la llaman la isla del encanto…otros simplemente Puerto Rico.

JORGE

22 calles en forma de damero constituyen una de las ciudades coloniales mejor preservadas del hemisferio occidental. En la puerta de entrada del Viejo San Juan Jorge Elguera nos da la bienvenida y nos conduce hasta la catedral, haciendo el mismo recorrido que los marineros hacían al anclar en este puerto.

Jorge se mudó a San Juan al enamorarse de una hermosa borinqueña. Jorge también se enamoró de la ciudad, quizás las empinadas calles empedradas le recordaban los paseos de Barranco. Su relación amorosa terminó y como dice la canción él dijo “Adiós, Borinquén querida…yo ya me voy, pero un día volveré”.

El día llegó y Jorge decidió establecerse definitivamente en la isla del encanto. Esta vez el empresario quedó atrapado por la brisa que golpea los muros de la fortaleza, el orgullo de los boricuas por mantenerse aferrado a su herencia hispana y la calidez de su gente.

Cerca de la catedral escuchamos otra vez la melodía de un músico callejero que con una armónica y guitarra en mano toca: “En mi Viejo San Juan” …la nostálgica letra que cuenta el lamento de un inmigrante al dejar su patria, es un tema que llega al alma de Jorge.

Los faroles de la ciudad alumbran la acera de la Calle San Sebastián, famosa por su vida bohemia. En la cantina de la esquina la boricua toma ron, canta y baila, quizás para olvidar esa búsqueda eterna de identidad de pertenencia o no a los Estados Unidos.

Ya recorrimos casi toda la ciudad antigua…regresamos al mismo punto de partida, al pie del monumento del conquistador Juan Ponce De León. Así como mucha gente de puerto Jorge ya ha hecho suya esta ciudad y resume su estadía con una estrofa del clásico tema: “Mi corazón se quedó frente al mar en mi viejo San Juan”.

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