PERUANOS EN EL MUNDO: EE.UU. RUTA SUR
En este episodio revisamos las vidas de dos empresarios ejemplares: Marita Astete, propietaria de una cadena de restaurantes y Alfredo Alejos, dueño de una empresa de mitigación de daños en viviendas.
Vine, vi y vencí… Una de las experiencias que marcan más a un inmigrante se presentan en los primeros meses, cuando todo parece estar en contra de uno. Si el recién llegado resiste y ve ese periodo de inmersión como una transición hacia algo más grande es que ya ha vencido y se ha convertido en una nueva persona.
Además de las bolicheras de pesca y las plantas siderúrgicas, el puerto norteño de Chimbote tiene su más grande riqueza en la pujanza de su gente. En su primer restaurante Marita trabajaba 20 horas para hacerse de clientela, termina con los postres a las dos y estaba de pie para los desayunos a las siete de la mañana.
Como dice el dicho ‘Quien tiene tienda que la atienda o que la venda’. Marita aún lamenta las horas de atención que le robo a su pequeña hija Nicole, sin embargo, el sacrificio dio frutos y el restaurante levanto vuelo.
A la hora de poner el nombre a su restaurante, Marita pensó lo que más extrañaba del Perú y se le vino a la memoria los ‘aromas’ y la receta de la abuela. Todo entra por los sentidos: la frescura, el sabor y la sazón…no podría ser otro el nombre que “Aromas del Perú”.
En uno de los códigos postales más caros de Miami, la ciudad de Coral Gables, se encuentra el local donde Marita nos presenta a alguien muy especial para ella. Javier Flórez trabaja como chef en Aromas y su pasión por su trabajo conquistó a Marita.
Además de ser una exitosa empresaria Marita encontró el ingrediente que le faltaba para la receta de la felicidad. El devolverles la sonrisa a los niños necesitados es el lema de su fundación. Cada año ella y otros voluntarios vana a Haití, África y por supuesto Perú llevando ayuda a programas sociales en áreas deprimidas.
Marita se considera ‘Una mujer a todo terreno”: madre, empresaria y altruista. A pesar de todo lo que le ha dado la vida ella no se olvida de su natal Chimbote y es por eso que intenta devolver con creces lo que ha recibido.
ALFREDO
Su escuela quedaba al frente de la academia militar de Chorrillos. Alfredo siempre quiso ser piloto, acaso después de escuchar el ruido ensordecedor de los aviones que sobrevolaban el cielo gris de Lima. Pero como en el campo de batalla la vida tiene movimientos imprevistos y Alfredo
terminó viajando junto con su primo a los Estados Unidos.
El trayecto hacia el norte no fue en vuelo con aire acondicionado, sino una peregrinación bajo un sol de 40 grados en el desierto que separa México de Texas.
Todo para Alfredo era nuevo, el joven de 18 años no sabía que estaba desafiando la muerte y que la casa en Piedras Negras, Texas podía ser cateada en cualquier momento por la ‘Migra’. Esa fue la primera gran prueba que la vida le ponía a Alfredo, él ya había la había sorteado sin siquiera darse cuenta.
Cuando la aventura en la frontera terminó, la travesía de la vida apenas empezaba. Alfredo trasladó su creatividad en la construcción. El adolescente se hizo hombre al lado de sierras eléctricas, martillos y clavos. En su país natal tenía empleada doméstica, en los Estados Unidos aprendió a construir una casa por sí mismo.
El boom de la construcción sonrió a Alfredo, pero cuando todo iba hacia arriba otra prueba desaceleró su ascenso. El socio de Alfredo en Houston lo abandonó con una cuantiosa deuda y el joven inmigrante tuvo que empezar otra vez de cero.
Una de las ventajas de la inmensidad de Estados Unidos es que uno puede cambiar de estado para probar suerte nuevamente. Alfredo llevó su experiencia a Virginia y rápidamente consiguió ponerse a cargo de importantes proyectos inmobiliarios.
En una visita familiar en la cálida Miami, cuando Alfredo estaba escapando del crudo invierno de Virginia, conoció a Claudia. Desde aquel momento la joven pareja empezó una familia en la tierra de inmigrantes.
En el 2008 la caída de un gran banco en New York dio inicio a ‘La Gran Recesión’, para ese entonces Alfredo ya estaba curtido de golpes. Claudia tuvo que regresar al Perú con él bebe y el ciclo se repitió una vez más: caerse y levantarse, a veces sin tiempo para quejarse.
Cuando los buenos tiempos regresaron, Alfredo hizo una inmigración a la inversa, esta vez de norte a sur. En Florida la pareja redescubrió su primer encuentro y Alfredo adquirió una empresa de mitigación de daños, desde aquel entonces ‘Laser Restoration’ ha crecido hasta expandirse a tres ciudades del estado del sol.
Casi al final del recorrido en auto en su vecindario de Miami Lakes, Alfredo me deja con un pensamiento que podría resumir sus más de 25 años en Estados Unidos: “No importa donde uno nace lo que importa es donde uno decide morir…uno puede nacer pobre o rico, pero lo que haces con tu vida solo depende de ti”.
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